14 de enero de 2017

Sueño lúcido - 12 de enero del 2017

Parte 1 - Soñando
Casi amanece, yo aún estoy soñando: Me encuentro en el patio de la casa en donde crecí, es una cancha pavimentada en la que solía jugar una infinidad de juegos con primos y hermanos. Estoy ahí con mi madre y su mamá, es decir, mi abuela. Trato preocupadamente de ponerlas a salvo de un peligro que desconozco, sólo sé que la angustia me consume. Las conduzco hacía una delgada barda para tratar de protegerlas, y luego espero algún tipo de impacto.
No ha pasado nada, pero de pronto el cielo del horizonte me ha hipnotizado. Frente a mí desfila una bellísima experiencia psicodélica. Del cielo azul van naciendo fractales coloridos mientras un enorme dragón chino se pasea entre las nubes. Un ser me toma del brazo y me conduce al centro del patio. No me preocupa quién me lleva; estoy fascinado con el espectáculo del cielo que no quiero concentrarme en nada más. Aunque ni siquiera volteo a verle el rostro, sé que se trata de una anciana que no conozco. La percibo de estatura baja y de una blanca y abundante cabellera alborotada. Me sienta en el suelo y me dice que tengo que pedirle ayuda a los astros y al sol para ahuyentar el mal.
—No trates de imaginar cómo son, no les des forma. Ellos se revelarán por sí solos —me dice la anciana mientras me acomoda en pose de meditación—. Pon tus manos como te ha enseñado Oralia—. Dice como última indicación mientras se aleja.
No sé a qué Oralia se refiere, así que simplemente coloco mis manos sobre mi regazo. Despego por fin la mirada del cielo y noto que la anciana ha entrado a la casa y me contempla por los ventanales junto a mi madre y mi abuela. Yergo la columna, respiro profundamente y fijo la mirada nuevamente en el horizonte, directamente al cielo que tengo delante. Aunque no sé lo que pasará tengo la certeza de saber qué es lo que tengo que hacer. Ya no hay formas ni colores, ahora todo se torna negro y nebuloso. Es en este momento que entro en estado de lucidez: he notado que estoy en un sueño y empiezo a vibrar lleno de emoción.

Un poco de antecedentes
El último sueño lúcido que tenía registrado es de hace unos cuatro años. En aquella ocasión quise tener un encuentro con mis miedos; la experiencia fue tan fuerte que perdí la lucidez en poco tiempo debido a la terrible manifestación con la cual me encontré. Me desanimé pues no salí victorioso de aquella situación y no pude inducir otro sueño en el cual pedir revancha. En resumen: tengo una deuda con mis miedos así que en esta ocasión decido volver a tener un encuentro con ellos.

Parte 2 – En estado de lucidez
Estoy en la oscuridad; no veo nada. Empiezo a notar una energía que ondula en el vacío negro al que me he transportado. ¡Sé que los astros están aquí! Siguiendo el consejo de la anciana no trato de visualizarlos sino más bien de dejarme llevar. Aunque no pueda verlos físicamente sé que se acercan danzando.
Escucho de repente a la curiosa anciana gritar de júbilo.
—¡Lo ha conseguido! ¡Mira cómo se retuerce! —dice muy excitada.
En efecto, he abierto los ojos y tengo la cara contra el suelo del patio, giro como un gusano al que le rocían insecticida; siento que tengo los ojos en blanco, como en un estado de trance. Una fuerza suprema me posee.
No hay dolor, ni una pizca siquiera. Estoy en éxtasis. Ya no soy yo, pero en cierto modo sí lo sigo siendo.
De rodillas, con las dos manos apoyadas en el suelo, alzo la cabeza para voltear a los ventanales y pedirles silencio. Necesito silencio para no perder la concentración; lucho para no despertar.
—¡Sshhh! —grito como puedo porque hay algo que me hace ruido y no quiere callarse.
Noto que ese algo es un extraño ser que empieza a salir de la casa, muy despacio y desafiante; viene directo hacia mí.
—“¡Sshhh!” —me dice aquel ser en tono de burla, imitándome.
Me pongo de pie frente a él. Es algo parecido a una persona, pero no lo es. Está inclinado hacia enfrente, medio jorobado como en pose de hombre lobo. Tiene la piel blanca, con un pelo negro y grasiento que casi le roza los hombros. Lleva unos remiendos negros como vestidura. Alcanzo a ver unos dientes puntiagudos en su boca y largas garras en ambas manos. No necesito ver mi aspecto para saber que luzco exactamente igual que él. En eso es en lo que me he transformado momentos antes cuando estaba en el suelo; sólo hay una diferencia entre los dos: yo soy el depredador y él es la presa. Ambos lo tenemos claro.
—He venido a deshacerme de ti —le digo claramente.
Él da media vuelta y se adentra corriendo a la casa. No parece que tenga miedo, más bien es como una especie de juego o reto. De inmediato le persigo a grandes zancadas. Nos movemos sagazmente en los interiores. Escucho mi propio jadeo bestial y no dejo de lanzarle gritos de que voy a exterminarlo.
La persecución no dura mucho; lo alcanzo y logro rasgarlo por completo. En sus labios aún se puede ver una sonrisa burlona mientras le arranco la cabeza.
El sueño termina y despierto.

Moraleja
En el mundo de los sueños podemos suceder sin límites, conectar cósmicamente; sentir que somos esencia infinita. Es un espacio en que nos desidentificamos de la forma para que todo nos contenga. Soñar te expande al manifestarte en otro plano. Los sueños son tu maestro. Real o no, no importa. Los sueños te cambian la vida.



Seillero de letras, Sema Hernández, Alejandro jodorowsky, Leandro Taub, Sueño lúcido, Sueños, Tarot, Psicodelia, Magia, Consciencia

10 de enero de 2017

El conocimiento no es para todos

En la anterior entrada, hablé sobre cómo el conocimiento es para todos. Toca ahora explicar sobre cómo el conocimiento no es para todos. Irónico, ¿no? Pero es muy cierto que: «La ironía hace más profundo al hombre, lo obliga a crecer».

Los monos, la luciérnaga y el ave.
  Una manada de monos estaba en un monte, y una noche vieron una luciérnaga y pensaron que era fuego. Juntaron mucha leña y comenzaron a soplar con sus bocas y a aventar con sus manos, para hacer una hoguera, cerca de un árbol en el que se había posado un ave. Entonces el ave les dijo:
  - No os esforcéis tanto, que eso no es lo que pensáis.
  El ave continuó insistiendo en su consejo, y hasta bajó del árbol para hablarles más cerca, pero los monos no le hacían caso. Y pasó por allí un hombre, que le dijo al ave:
  - No te metas a arreglar lo que no se arregla, ni a avivar lo que no se aviva, ni a aconsejar a quien no se deja; porque quien intenta cortar una piedra con la espada, o doblar una columna, termina arrepintiéndose.
  Pero el ave no hizo caso al hombre, y se acercó aun más a los monos para hacerles desistir de sus esfuerzos; los monos siguieron sin hacerle caso, y por fin uno de ellos agarro al ave y la mató.

¿Por qué pongo este ejemplo? Porque hay personas que son como estos monos: por más que uno trate de enseñarles, viven en su terquedad, y no hay que aconsejar ni enseñar a quien no se deja, «porque quien intenta cortar una piedra con la espada termina arrepintiéndose». Como le sucedió al ave.
En otro contexto. La música clásica es un gusto, es un arte, y podríamos decir también que es un conocimiento. Supongamos que salgo al mundo a predicar sobre los “evangelios de la música clásica”. Como el conocimiento es para todos, me encargo de que llegue a cada ser. Pero me encuentro con la sorpresa de que mi música no es aceptada por todos a pesar de que insisto en su belleza. No es del agrado de muchos, algunos “profanan” y defienden sus propios géneros musicales, ¿pero por qué? Porque cada cabeza corresponde a una realidad diferente. Compartimos el mismo espacio pero percibimos cosas diferentes. Es natural que cada quien escoja el tipo de conocimiento que mejor le funcione.
Entones, puedo afirmar que el conocimiento no es para todos. Pero no en un sentido discriminatorio, sino en el hecho de que cada cabeza recibe lo que quiere recibir; algunas cabezas se cierran al conocimiento y he ahí que se excluyen por sí solas.
¿El conocimiento es para todos?
- Sí y no.
Seillero de letras, Sema Hernández, Alejandro jodorowsky, Leandro Taub, David Testal, Joan Cutrina, Calila y Dimna, José María Merino, Tarot

8 de enero de 2017

Sobre el saber

¿Compartir lo que se sabe? ¿Qué sí, y qué no? ¿El conocimiento es para todos?
El conocimiento es una creencia que se justifica como verdad y hemos crecido con la ilusión de que acaparar el conocimiento nos da más poder. Al adquirir un nuevo conocimiento nos sentimos especiales y el hecho de que otro lo sepa “nos quita” esa virtud. Es un juego del ego en el que compartir lo que se sabe se considera como una pérdida y a la vez también un riesgo.
Al Exponer lo que se sabe surge la incertidumbre de en qué manos caerá ese conocimiento, ¿y si se usa negativamente? El sujeto es quien le da poder al saber. Podemos escuchar, ver o leer lo mismo pero cada uno generará una experiencia acorde con las necesidades de su realidad.
No tenemos el control de todo; compartir lo que se sabe es una apuesta: por más que cuidemos y planeemos nuestros pasos siempre debemos de tener fe en la suerte. Sembrar consciencia es un arriesgue, tratarán de sabotear nuestros intentos y es un camino de trabajo arduo. Bien lo dicen las enseñanzas de don Juan que «un hombre va al saber como a la guerra: bien despierto, con miedo, con respeto y con absoluta confianza».
Jesús, en la historia bíblica, enseñó el poder de la fe. Como consecuencia, la religión enseguida se “apoderó” de este conocimiento e hizo un nuevo sistema de control. Pero, ¿cómo hubiera sido el curso de la historia sin la transmisión de este conocimiento? Estas escrituras también han alumbrado a muchos, están llenas de luz, de consciencia y de poder. No podían permanecer ocultas.
Así como de los libros de Castaneda han surgido fanáticos que se hacen llamar chamanes o brujos, también han sido una vía para muchos otros que están en busca de un camino consciente y para volver a creer en la magia del cosmos.
No podemos detenernos por lo que no está bajo nuestro control. La luz siempre está acompañada de la sombra.
Enseñar es una responsabilidad y también una profunda necesidad. Compartir es actuar mediante una participación recíproca; al regar te estás nutriendo. El saber se fortalece cunado se alimenta de otras opiniones que lo complementan. Nadie tiene la razón absoluta, si tienes algo que decir dilo al mundo, si no puedes por lo menos dítelo a ti mismo. Si tienes oportunidad de mejorar el mundo entonces no te quedes de manos cruzadas lleno de conocimientos inmóviles sólo viviendo en la teoría. Lo que sabes se multiplica al darlo y al darlo se convierte en un conocimiento evolutivo. El conocimiento vive mientras se encuentre en movimiento.
¿Por qué limitar la expansión de consciencia? ¿De qué sirve tener la luz y mantenerla oculta? El conocimiento es para todos, y eso no significa que todos puedan convertirse en hombres de conocimiento. Cada quien lo traducirá a su propio nivel de consciencia. Si lo que se sabe es de utilidad perdura por generaciones, pero lo que no se comparte se mantiene dormido, se estanca y al impedir su evolución desaparece.
El verdadero conocimiento no concede mérito a quien lo ha mostrado: «Lo que doy no debe ser pensado mío». Si un conocimiento me ha alumbrado, es posible que alguien más también pueda necesitarlo. No trates de adueñarte de la “verdad”, es tan libre e incontenible que al intentar retenerla sólo lograrás limitarte a ti mismo. Da cuanto recibas, porque acumular es una carga. Suelta lo que crees saber; al dejar ir estás dejándote encontrar.
Seillero de letras, Sema Hernández, Alejandro jodorowsky, Leandro Taub, David Testal, Joan Cutrina, Las enseñanzas de don Juan, Carlos Castaneda, Cabaret Místico, Tarot